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             Piensa bien, aunque no aciertes

Piensa bien, aunque no aciertes

«Piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en todo clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza. […] Háganlo así y el Dios de paz estará con ustedes» (Fil. 4: 8-9).
«PIENSA MAL Y ACERTARÁS» nos han dicho nuestros mayores, creyendo que con ello nos ayudaban en el difícil arte de vivir. La filosofía de este refrán, que nos convierte en personas suspicaces cuando no hay motivos para ello, o nos condena a un círculo de pesimismo y aislamiento innecesario, no podría ser más opuesta al mensaje bíblico: pensar mal es un gran desacierto.
«Piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza. […] Háganlo así y el Dios de paz estará con ustedes» (Filip. 4: 8-9). ¡Qué gran desacierto sería, por tanto, pensar en lo malo que creemos que nos ha hecho alguien! ¡Qué insensatez centrar la mente en el resultado negativo que prevemos! ¡Qué poco constructivo sería dedicar energías a rumiar lo falso, lo que no es recto ni merece respeto, lo impuro, lo desagradable…!
Cuenta una vieja historia acerca de dos hermanos gemelos. Uno había nacido con una naturaleza optimista, mientras que el otro era marcadamente pesimista. Sometidos a un experimento científico, el niño pesimista fue colocado en un cuarto lleno de juguetes, y en ningún momento dejó de murmurar, quejarse y llorar. A pesar de que su entorno era bueno, su pensamiento lo tenía esclavizado, de manera que no podía disfrutar. En cambio su hermano fue colocado en un cuarto lleno de excrementos de caballo con una pala.  Rodeado de «todo lo impuro», tenía razones más que suficientes para rumiar lo desagradable de sus circunstancias. Sin embargo, comenzó a sacar excrementos tan rápido como podía. Pala en malo, pasó todo su tiempo abriéndose camino entre lo amargo, hediondo y desagradable de la realidad. Cuando le preguntaron por qué estaba tan activo y se le veía tan feliz, él contestó: «Con todo este excremento, debe de haber al menos un poni por aquí».
Tal vez ha llegado el momento de que empecemos a fijar nuestra vista en nuesto poni, aunque no lo veamos. Existe una realidad más allá de esta realidad, y señala a un Dios que nos ama. Dejemos discurrir nuestros pensamientos en su Palabra, y alejémonos de las palabras ruidosas que nos llegan por otras vías.

“Tenemos el deber de cultivar el pensamiento positivo.” – Ellen G. White
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