La profecía de los 70 años
El cautiverio del pueblo de Dios en Babilonia duró 7
décadas. Durante estos largos años, los israelitas estaban muy tristes,
recordando su ciudad y su templo destruidos. El libro de los Salmos lo expresa
así:
“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y
aun llorábamos, acordándonos de Sion.” Sal. 137:1.
El profeta Daniel era uno de ellos. Pero Daniel no solo era
profeta. Además era un fiel estudiante de las profecías dadas
por Dios a los otros profetas, como por ejemplo Jeremías, Isaías y Ezequiel,
etc. El conocía estas profecías perfectamente y sabía que el cautiverio de los
hebreos en el exilio estaba finalmente llegando a su fin, tal como estaba
predicho aproximadamente 150 años antes, por el profeta Jeremías. Es por eso
que su tristeza estaba cerca de convertirse en gozo.
Había llegado el momento
histórico de la caída de Babilonia que vivía rechazando al verdadero Dios y en
negligencia respecto al plan divino. Aquel Imperio que se había entregado a sus
falsos dioses en orgullo, lujuria, idolatría, borrachera y dependencia de la
“sabiduría humana”.
Las profecías que Daniel recordó en aquel entonces fueron
éstas:
“Toda esta tierra [Judá y Jerusalén] será puesta en
ruinas y en espanto; y servirán estas naciones [las tribus israelitas]al
rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta
años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho
el Señor, y a la tierra de los caldeos [la tierra de los babilónicos];
y la convertiré en desiertos para siempre.” Jer. 25:11, 12.
“Porque así dijo el Señor: Cuando en Babilonia se cumplan
los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi
buena palabra, para haceros volver a este lugar [Jerusalén].” Jer.
29:10.
Al cabo de los 70 años, Daniel recordó estas profecías de
Jeremías, dadas casi dos siglos antes de su cumplimiento. Babilonia había caído
en manos de los Medo-Persas quienes reinaban ahora en su lugar.
“En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación
de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos[los
babilónicos], en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en
los libros el número de los años de que habló el Señor al profeta Jeremías, que
habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.” Dan.
9:1, 2.
Cuando Babilonia cayó en las
manos de los Medo-Persas, Daniel ya era un anciano de aproximadamente 90 años.
Pero la edad no le impedía seguir estudiando las profecías y orar por
su cumplimiento, que en este caso era el retorno del pueblo a Israel. Esto
es un gran ejemplo para nosotros. No importa la edad para leer
la Palabra de Dios y estudiar sus profecías. Además también nosotros debemos
orar por el cumplimiento de las promesas de Dios.
La profecía de la invasión Medo-Persa y de la última noche
de Babilonia
Varios capítulos enteros
describían detalladamente la caída de Babilonia un siglo y
medio antes de su cumplimiento. Dios inspiró en relación a este evento
histórico sobre todo a los profetas Jeremías e Isaías. Vea Jer. 50 y 51 e
Is. 13, 21 y 47. Ya que Dios conoce el futuro, hizo saber de antemano a sus
siervos, que entregaría a Babilonia en las manos de los medos y de los persas.
“Visión dura me ha sido mostrada. El prevaricador
prevarica, y el destructor destruye. Sube, oh Elam; sitia, oh Media.”Is,
21:2.
¡Elam llegó a ser
parte de Persia! Después de identificar a los futuros invasores, el profeta
procede a describir, bajo inspiración divina, la última noche de Babilonia
desde la perspectiva de Belsasar, último rey de Babilonia (15 décadas antes de
su cumplimiento). Dan. 5:1-6, 9.
“Se pasmó mi corazón, el horror me ha intimidado; la
noche de mi deseo se me volvió en espanto. Ponen mesa, extienden tapices;
comen, beben. ¡Levantaos, oh príncipes, ungid el escudo! … y he aquí vienen
hombres montados, jinetes de dos en dos. Después habló y dijo: Cayó,
cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra.”Is,
21:4, 5, 9.
El profeta Isaías menciona en otros pasajes la derrota de
Babilonia por manos de los Medos. Is. 13:1, 17. También el profeta
Jeremías hace lo mismo describiendo a los conquistadores de los babilónicos
como un viento destruidor que él levanta. Vea Jer. 51:1, 11, 28.
La asombrosa profecía de Ciro el Persa
Ya es bastante asombroso descubrir que Dios predijo un siglo
y medio antes de su cumplimiento que Jerusalén iba a ser conquistado por los
babilónicos, y que 70 años más tarde los medos y persas conquistarían a
Babilonia, y que entonces Jerusalén iba a ser reedificada de nuevo.
Pero aún más asombroso es el
hecho que Dios incluso predijo el nombre del caudillo que iba
a realizar la conquista de Babilonia muchas décadas antes de su nacimiento.
“Yo, el que despierta la palabra de su siervo, y cumple
el consejo de sus mensajeros; que dice a Jerusalén: Serás habitada; y a las
ciudades de Judá: Reconstruidas serán, y sus ruinas reedificaré; que dice a las
profundidades: Secaos, y tus ríos haré secar; que dice de Ciro: Es
mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás
edificada; y al templo: Serás fundado. Así dice el Señor a su ungido, a Ciro,
al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y
desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se
cerrarán.” Is. 44:26-28; 45:1.
Ciro era el general del ejército combinado de los medos y de
los persas. Él era el cerebro y el ejecutor de la invasión de Babilonia. Bajo
su mando los soldados desviaron el río Éufrates cuyo caudal estaba bajo en esa
época del año (octubre). Los historiadores Herodoto y Jenofonte informan que
Ciro redujo aún más el caudal del río y que lo desviaron momentáneamente. Los
soldados Medo-Persas descubrieron que las puertas de la ciudad que daban hacia
el río, estaban abiertas por descuido de los babilónicos. Al entrar en la
ciudad encontraron poca resistencia; tal como lo había predicho el Señor:
“Los valientes de Babilonia dejaron de pelear, se
encerraron en sus fortalezas; les faltaron las fuerzas, se volvieron como
mujeres; incendiadas están sus casas, rotos sus cerrojos.” Jer. 51.30.
Casi no fue una sorpresa para Belsasar cuando los soldados
Medo-Persas entraron en su palacio quitándole la vida, pues Dios le advirtió
horas antes, la suerte que le esperaba. Belsasar experimentó el cumplimiento
profético inmediatamente. Pero de nada le sirvió el conocimiento de esta verdad
profética, pues nunca se había arrepentido de su maldad, ni había entregado su
vida a Dios, mucho menos buscado el perdón de sus pecados. Esa noche Ciro
colocó como dirigente a Darío el Medo de 62 años. Dan. 5:25-31. Los reyes
Medo-Persas llegaron a conocer a Daniel y confiar en él.
“Daniel prosperó bajo el
reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa.” Dan. 6:28.
En la imagen vemos la entrada triunfal de Darío en
Babilonia. El rey Darío hizo de Daniel el gobernante más importante de todo su
reino. Daniel era tan eficaz, leal y querido que “el rey pensó en
ponerlo sobre todo el reino.” Dan. 6:1.3.
Con seguridad Daniel le contó acerca de la profecía de la
estatua de metales y su secuencia de reinos, explicándolo que los
Medo-Persas son “los pechos y brazos de plata” de la estatua que acaba de
suceder a la cabeza de oro que era Babilonia. Recuerde Daniel 2.
! Ciro reconoció el dominio y la supremacía del Dios
verdadero! Reconoció que fue el Dios de los Israelitas quien le había entregado
a Babilonia (la cabeza de oro) en sus manos. El mismo dijo: “El Dios de los
cielos, me ha entregado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que
le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de
todo su pueblo, sea el Señor su Dios con él, y suba.” Vea 2 Cró.
36:17-23; Esdras 1:1-3. De esta manera permitió la libertad de los hebreos, su
retorno a Jerusalén y la reconstrucción de su ciudad y su templo cumpliendo la
profecía de Jer. 29:10 que vimos al inicio de este tema, por cuyo cumplimiento
oraba Daniel tan fervientemente.
Con razón Ciro es llamado por Dios su “siervo”, “mensajero”, “pastor” y “justo” que
cumple su deseo al decir a Jerusalén: “Serás habitada; y a las ciudades
de Judá: Reconstruidas serán, y sus ruinas edificaré…; y al templo: Serás
fundado… él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos.” Is.
44:26-28; 45:13; Is. 41:2. De esta manera Ciro era en cierta manera como una
representación tipográfica de Jesucristo.
El paralelismo extraordinario entre Daniel y el Apocalipsis
El libro de Daniel es la base y el fundamento para entender
el Apocalipsis. Muchos de los símbolos proféticos del Apocalipsis tienen su
explicación y respuesta en el libro de Daniel. En el libro de Daniel
encontramos la descripción de la antigua Babilonia literal. Y en el Apocalipsis
encontramos la descripción de la Babilonia mística (simbólica y espiritual) del
fin. ¡Sin Daniel no se entienden muchas partes del Apocalipsis!
Cada detalle en relación a las profecías acerca de la caída
de la Babilonia literal se cumplió perfectamente. Eso nos da la confianza que
las profecías acerca de la caída de la Babilonia mística, se cumplirán de la
misma manera. Al presentar profecías futuras, Dios se basa en la historia ya
ocurrida, para que como estudiantes de su Palabra entendamos a lo que se
refiere.
La caída de la Babilonia literal
(hace 2600 años) – Isaías capítulos 21, 46, 47
y Jeremías capítulos 50, 51. |
La caída de la Babilonia mística
(ahora y hasta el retorno de Cristo)
Apocalipsis capítulos 16-19. |
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Jeremías 51:13.
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Mora sobre muchas aguas. “Aguas” son
un símbolo de: muchedumbres, pueblos, naciones y lenguas. Ap. 17:15; Is.
17:12.
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Apocalipsis 17:1.
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Jeremías 51:7.
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Tiene una copa de oro con vino que
embriaga a todas las naciones de la tierra
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Apocalipsis 17:4; 18:3; 14:8.
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Isaías 47:1, 7, 8.
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Piensa que no es, ni quedará viuda.
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Apocalipsis 18:7.
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Jeremías 51:8.
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Sentencia divina: La caída de Babilonia.
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Apocalipsis 14:8; 18:2
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Jeremías 51:64.
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Se hundirá como una gran piedra y nunca más se
levantará. Se hundirá simbólicamente en su falsa religión y profecía,
su idolatría, soberbia, embriaguez, etc.
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Apocalipsis 18:21.
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Jeremías 51:45.
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Llamado divino: Salir de
Babilonia.
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Apocalipsis 18:4.
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Jeremías 51:48.
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La alegría y el gozo en
el cielo y en la tierra son la reacción frente a su caída.
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Apocalipsis 18:20.
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Los reyes del oriente secan el río Éufrates para hacer caer
a Babilonia
Hay un importantísimo paralelismo más que tenemos que
mencionar. Ciro representaba a los reyes Medo-Persas del oriente (de
donde sale el sol) quienes secaron el río Éufrates para hacer caer a Babilonia.
Revise: Isaías 41:2, 3, 25; 44:26-28; 45:1; Jer. 51:36. El oriente es
bíblicamente un símbolo de salvación y de la presencia de Dios. Veamos unos
ejemplos.
El jardín Edén fue
plantado en el oriente. Gén. 2:8.
El sello de Dios viene
del oriente. Ap. 7:2.
Los reyes magos que
adoraron a Jesús en su nacimiento vinieron del oriente. Mat. 2:1.
El retorno de Jesús es
comparado a un relámpago que sale del oriente. Mat. 24:27.
Ciro “el siervo de Dios” vino
del oriente e hizo secar el río Éufrates para hacer caer a
Babilonia y poner en libertad al pueblo de Dios. Isaías 41:2.
Y de la misma manera como cayó la Babilonia literal de
antaño, caerá la Babilonia mística del fin, como lo describe el Apóstol Juan en
el Apocalipsis. En el contexto de las siete postreras plagas, que son el último
evento antes del retorno del Señor Jesucristo dice:
“El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates;
y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes
del oriente.” Ap. 16:12.
Ya sabemos que “las aguas” donde la gran Babilonia se
mantiene, son un símbolo de las muchedumbres, pueblos, naciones y lenguas de la
tierra. Ap. 17:15; Is. 17:12.
El Éufrates representa en este sentido el
vínculo político, religioso y económico que mantiene a la gran Babilonia
temporalmente unida, hasta su caída final. Ap. 18:2-4; 14:8, 9.
Babilonia no quiere ser sanada
Hemos analizado bastantes detalles acerca de las profecías
de la caída de la Babilonia antiguo y acerca de la caída de la Babilonia
moderna que aún está en el cercano futuro.
Deseo mencionar que ¡Dios no quiere la
muerte del impío! ¡Al contrario! Dios desea que el ser humano se arrepienta y
salve. Vea: Ez. 33:11; 2 Pedro 3:9 y Deut. 30:15-19. Dios ama al mundo
entero y su hijo derramó su sangre por toda la humanidad. Juan 3:16; Rom.
5:8. Dios trabaja hace milenios sin cesar en la salvación de
sus criaturas, mediante elEspíritu Santo que habla a nuestras
conciencias, mediante su Palabra que revela su plan de
salvación para el hombre, mediante sus ángeles administradores
y mediante seres humanos convertidos, etc.
Recuerde como Dios luchó por salvar a Nabucodonosor. De la
misma manera trabaja en el corazón y en la conciencia de cada uno de nosotros.
Pero el omnipotente Dios no puede forzarnos ni obligarnos a
aceptarlo a él y su Palabra, pues sería contrario a su carácter. Pues Dios no
es un dictador ni un tirano que impone Su voluntad a la fuerza. El solo llama e
invita. A veces suavemente y a veces con insistencia y a veces permite que
ocurran cosas en nuestras vidas para hacernos reflexionar. Recuerde lo que hemos
estudiado en Job 33 en un tema anterior. Pero el ser humano es el que
tiene que decidir abrir su corazón a Dios y tomar la mano extendida del
Señor. Ap. 3:20; 22:17; Is. 1:16-20.
Veremos un último paralelismo
entre la Babilonia antiguo e literal y la Babilonia mística y simbólica del
tiempo del fin. Este es el que más llega al corazón.
“Curamos a Babilonia, y no ha sanado; dejadla, y
vámonos cada uno a su tierra; porque ha llegado hasta el cielo su juicio, y se
ha alzado hasta las nubes.” Jer. 51:9.
Dios intentó por todos los medios sanar a Babilonia (sus
moradores) de sus pecados y rebeliones. Aunque la curó, su herida
desafortunadamente no sanó. Babilonia cayó finalmente.
Pero con seguridad hubo muchos
babilónicos (aunque una minoría) que en lo personal permitieron
la intervención divina en sus corazones y fueron sanados y salvados, aceptando
la supremacía y la voluntad de Dios en sus vidas. Uno de ellos fue el rey
Nabucodonosor, a quien veremos en el reino eterno de Dios. Algo parecido
ocurrió cuando el pueblo de Dios estuvo durante 400 años en Egipto. Cuando
Egipto cayó finalmente mediante las 10 plagas, y el pueblo israelita salió de
Egipto hacia Canaán, hubo una gran multitud de egipcios que fueron con
ellos. Éx. 12:38. Con seguridad se trataba de personas que aceptaron al
verdadero Dios.
Desafortunadamente la moderna Babilonia tampoco sanará. Ni
aún con las siete postreras plagas se arrepentirán de sus hechicerías, engaños
y pecados. Ap. 18:23; 9:20, 21.
Otra profecía cumplida
Dios predijo mediante el profeta Jeremías:
“Palabra que habló el Señor contra Babilonia, contra la
tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías… Por la ira del
Señor no será habitada, sino será asolada toda
ella; todo hombre que pasare por Babilonia se asombrará, y se burlará de sus
calamidades… Por tanto, allí morarán fieras del desierto y chacales,
morarán también en ella polluelos de avestruz; nunca más será poblada
ni se habitará por generaciones y generaciones… Por tanto, así ha
dicho el Señor: He aquí que yo juzgo tu causa y haré tu venganza; y secaré su
mar, y haré que su corriente quede seca. Y será Babiloniamontones
de ruinas, morada de chacales, espanto y burla, sin morador.” Jer.
50:1, 13, 39; 51:36, 37.
Y el profeta Isaías lo expresó así:
“Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la
grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó
Dios. Nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación
en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán
allí majada; sino que dormirán allí las fieras del desierto, y
sus casas se llenarán de hurones; allí habitarán avestruces, y allí saltarán
las cabras salvajes. En sus palacios aullarán hienas, y chacales en sus casas
de deleite; y cercano a llegar está su tiempo, y sus días no se alargarán.” 13:19-22.
¿Cómo se podían cumplir estas profecías?
Todas las evidencias parecían
oponerse a semejante destino.
En Babilonia había muchos obreros que trabajaban en una gran
cantidad de proyectos en construcción. Decenas de hornos de ladrillos
funcionaban sin cesar para abastecer el material para las obras que los
animales cargaban. Babilonia era cada vez más bella. Su población creció. Tuvo
constantemente nuevas fortificaciones, puentes sobre el Éufrates, palacios,
muros y templos.
Décadas después de la profecía, los Medo-Persas conquistaron
a Babilonia. Pero Ciro mejoró las defensas, completó proyectos
arquitectónicos de Nabucodonosor e hizo de Babilonia su
segunda capital, conservando a Susa como capital del Imperio Persa.
60 años después hubo una rebelión de los habitantes
de Babilonia contra los persas. El emperador Jérjes lo aplastó y demolió
palacios, templos y muros exteriores que se convirtieron en montes de ladrillos
y escombros.
150 años después Alejandro Magno se
detuvo en la legendaria Babilonia después de vencer a los Medo-Persas. Estaba
tan impresionado que puso a trabajar 10.000 hombres para reconstruir las ruinas
de “Etemenanki”, la torre de Babel, para elevarla a una altura de 100 metros.
Alejandro quería restaurar el esplendor de Babilonia como
centro religioso. Tuvo planes de convertirla en una base naval.
Deseaba que llegue a ser el centro de todo el comercio marítimo con la India,
para albergar cientos de barcos.
Pero ni siquiera Alejandro pudo
con la profecía del Señor. Enfermó y murió en Babilonia ese mismo año a los 33
años de edad.
Había conquistado el mundo. Pero no pudo reconstruir la
ciudad que Dios había predicho se convertiría en desolación.
Los generales de Alejandro se repartieron el reino. Seleuco reconstruyó
Opis en lugar de Babilonia a 185 kilómetros al norte. Se llevó la población y
millones de ladrillos.
En la época de Jesús, 300
años más tarde, Babilonia ya era una ciudad fantasma, desolada y
abandonada.
En la edad media, muchas represas y canales del
sistema de irrigación fueron destruidos. Las aguas de Babilonia se secaron
literalmente.
Ocurrió lo que Dios predijo con siglos de anticipación
perfectamente.
“allí morarán fieras del desierto y chacales… nunca más
será poblada ni se habitará… haré que su corriente quede seca. Y será Babilonia
montones de ruinas, morada de chacales, espanto y burla, sin morador.” Jer.
50:1, 13, 39; 51:36, 37.
Cada uno de esos millones de ladrillos abandonados reafirma
la confianza que tenemos en los mensajes de Daniel y Apocalipsis
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