El origen divino y celestial del Apocalipsis
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar
a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por
medio de su ángel a su siervo Juan.” Apocalipsis 1:1.
El libro profético del Apocalipsis que encontramos al final
de la Biblia viene directamente desde el trono de Dios. Como revela el primer
versículo de este maravilloso libro, el Apocalipsis tiene su origen en Dios
Padre quien le dio a su hijo Jesucristo, quien lo declaró a su ángel, quien a
su vez lo transmitió al amado discípulo Juan, quien de esta manera se convirtió
en el profeta Juan. San Juan recibió la instrucción de escribir sus visiones en
un libro y enviarlo a las iglesias. Apocalipsis 1:11. Fue así como el libro del
Apocalipsis llegó al ser humano en todo el mundo.
Hay muchas personas, incluso líderes
religiosos, que dicen que el Apocalipsis es un libro que no se puede entender,
porque supuestamente está cerrado y sellado al conocimiento humano.
¡Pero no es así! Mas al contrario, descubrimos que el
Apocalipsis es “la revelación de Jesucristo”. Es un libro profético abierto al
conocimiento humano. Antes de la era digital se tenía cámaras fotográficas con
rollos de celuloide que tenían que revelarse en un estudio fotográfico, tras
haberse llenado de fotografías. Y en el proceso del “revelado” se manifestaban
las fotografías que entonces fueron visibles a la simple vista.
Este libro no se llama “misterio”, ni “libro cerrado”. ¡No!
más al contrario se lo introduce como “revelación” y al final del mismo, el
ángel instruye a Juan diciendo “No selles las palabras de la profecía de este
libro, porque el tiempo está cerca.” Apocalipsis 22:10.
“Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios; más
las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que
cumplamos todas las palabras de esta ley.” Deuteronomio 29:29.
El Apocalipsis revela el conocimiento del futuro
Jesucristo ordenó a San Juan en el penúltimo versículo de
este capítulo introductorio lo siguiente: “Escribe las cosas que has visto, y
las que son, y las que han de ser después de estas.” Ap. 1:19. Ya que este
libro profético es enviado a las siete iglesias, sabemos que ¡Dios desea que
todos sus hijos puedan conocer ampliamente el futuro! Ap. 1:11.
¡El objetivo de este libro profético y celestial es
manifestar
a todos los siervos de Dios los eventos futuros!
Este libro es para todos los hijos de Dios de toda la era
cristiana que pueden llamarse “siervos de Dios” porque sirven a su Creador de
corazón y mente.
Sabiendo que el libro del Apocalipsis es la directa
continuación y ampliación del libro profético de Daniel, que fue inspirado al
profeta Daniel 600 años antes, y explicado mediante el ángel Gabriel (Daniel
8:16; 9:21, 22), podemos asumir que el ángel mencionado en este primer
versículo del Apocalipsis, que transmite las profecías a Juan, es el mismo
ángel Gabriel.
Un fiel testimonio de Jesucristo y del futuro
Fue el amado discípulo Juan quien había estado
con su Señor Jesucristo durante los años de su santo ministerio, quien
finalmente llegó a dar “testimonio de la palabra de Dios, de Jesucristo, y de
todas las cosas que ha visto”, mediante los impresionantes 22 capítulos del
Apocalipsis, como nos enseña Apocalipsis 1:2. Durante su ministerio mesiánico,
Jesucristo había declarado que iba a ser el Espíritu Santo quien iba a dar
“testimonio” acerca de él, y a continuación había dicho a sus discípulos fieles
que ellos también iban a dar “testimonio”, porque habían estado con él “desde
el principio.” Juan 15:26, 27.
Ahora en el Apocalipsis, el ángel explicó a Juan que “el
testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”. Apocalipsis 19:10. El ángel
dijo además a Juan que “… el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado
su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”
Apocalipsis 22:6, haciendo eco de Apocalipsis 1:1.
¡Ese espíritu profético se manifestó entonces en San Juan,
tal como se había manifestado antes en todos los demás profetas de Dios de la
historia humana! “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino
que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo.” 2 Pedro 1:21.
¡El Espíritu Santo, quien transmite el conocimiento
profético del futuro, dio el testimonio de Jesucristo mediante los santos
profetas que permitieron que el Espíritu Santo more en ellos!
Es por eso que Jesucristo habló acerca del ministerio
profético del Espíritu Santo, diciendo que “… cuando venga el Espíritu de
verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta,
sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de
venir.” Juan 16:13.
La bendición para el estudiante del Apocalipsis
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de
esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está
cerca.” Apocalipsis 1:3.
¡Los que leen, oyen y cumplen las cosas que este libro
profético revela son bienaventurados!
Para poder “guardar las cosas” escritas en el Apocalipsis
hay que poder entenderlas, lo que confirma la declaración del primer versículo
de este libro que dice que es una revelación con el propósito específico de
“manifestar” a los siervos las cosas futuras.
Este versículo nos revela además que el libro del
Apocalipsis no es solo para leer y oír, sino para “guardar”, porque contiene
órdenes que hay que observar y cumplir, como por ejemplo guardar los
mandamientos de Dios. Vea Apocalipsis 14:12. Todo esto “porque el tiempo está
cerca”.
El saludo a las siete iglesias
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz
a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus
que están delante de su trono”. Apocalipsis 1:4.
La primera parte de este versículo presenta un saludo
cordial de “Gracia y paz” de parte de Jesucristo mediante su fiel y amado
discípulo, evangelista, apóstol y profeta Juan.
“Las siete iglesias que están en Asia”, que reciben las
visiones del Apocalipsis escritas en un libro y con este precioso saludo son
“Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”, como leemos
en el versículo 11. Para una comprensión correcta de “las siete iglesias” del
Apocalipsis, es necesario saber que había más que estas 7 iglesias en Asia
menor, como por ejemplo “Colosas” cerca de Laodicea, “Mileto”, cerca de Patmos
y Efeso, y “Troas” cerca de Pérgamo. Vea Hechos 20 y Colosenses 1:2. Además
había otras iglesias cristianas en “Ponto, Galicia, Capadocia, Asia y Bitinia”.
1 Pedro 1:1.
La razón por la cual el Apocalipsis destaca siete iglesias
en particular, es por cuestiones simbólicas y proféticas, como veremos en este
y en los siguientes temas (81-90) respecto a Apocalipsis 1 al 3.
El símbolo profético del número siete
En el tema 6 de este seminario ya hemos analizado la
simbología del 6 en la Biblia y vimos que representa lo humano. Ahora nos toca
analizar la simbología del 7 en la Palabra de Dios.
El número 7 es un símbolo bíblico y profético, en contraste
con el 6, y representa plenitud y perfección, siendo la medida perfecta y
santa, como demuestran muchos ejemplos bíblicos, sobre todo apocalípticos,
donde encontramos no solo 7 iglesias, sino también 7 candeleros, 7 estrellas, 7
ángeles, 7 sellos, 7 trompetas, 7 plagas, 7 truenos, 7 ojos, 7 espíritus, 7
cabezas, 7 montes, 7 reyes, 7 copas, etc.). Ap. 1:20; 5:1, 6; 8:6; 10:3; 12:3;
15:1; 16:1; 17:9, 10.
Las siete iglesias son siete simbólicos candeleros de oro
Jesús instruyó a Juan diciendo: “… Escribe
en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a
Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y me volví
para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en
medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de
una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de
oro.” Apocalipsis 1:11-13.
En el lugar santo del tabernáculo de Dios había un
“candelero de oro” con siete lámparas que se alimentaban de aceite puro de
olivo y se encendían todas las noches. Éx. 25:31-40; 30:7, 8; 37:17-24. En
Zacarías 4:2-12 leemos que el aceite de oliva representa el Espíritu Santo de
Dios. Cada iglesia debía estar llena del Espíritu Santo e iluminar en la noche
espiritual del mundo.
Además Jesús “tenía en su
diestra siete estrellas”. Al final de este capítulo introductorio, Jesús
explica a Juan los símbolos diciendo que “el misterio de las siete estrellas
que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete
estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has
visto, son las siete iglesias.” Apocalipsis 1:16, 20.
Lo bueno es que el estudiante de la profecía no tiene que
inventar nada, sino simplemente aceptar las explicaciones acerca de los
símbolos bíblicos y proféticos que la misma Palabra de Dios provee.
El libro profético de Daniel, que es la base para entender
el Apocalipsis, y que fue inspirado por el mismo Espíritu Santo, contiene gran
parte de los mismos símbolos proféticos que aparecen nuevamente en el
Apocalipsis. Nos revela el significado de las “estrellas” de esta manera:
“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a
perpetua eternidad.” Daniel 12:3.
Al decir que “las siete estrellas son los ángeles de las
siete iglesias”, y al saber que “ángeles” viene de la palabra griega “angelos”,
que significa “mensajero”, el textonos da a entender que ¡“las estrellas” son
los ministros de las iglesias!
¡Así que los “siete candeleros de oro” son “las siete
iglesias” en medio de los cuales se encuentra Jesucristo y las “siete estrellas
en la diestra” de Cristo, son “los ángeles de las siete iglesias”, que
representan a los ministros de las iglesias!
Es importante entender que el saludo no es solamente para
las siete iglesias que son nombradas de manera literal en este capítulo. Tal
como el libro “Hebreos” no fue escrito solo para los hebreos, ni el libro
“Filemón” solo para Filemón.
Como acabamos de ver, el pasaje nos describe a Cristo
teniendo a “las siete estrellas” (sus ministros) simbólicamente “en su
diestra”, es decir su lado derecho, pues él los sostiene, dirige y protege. ¡No
se trata de siete ministros literales! pues la presencia de Cristo “en medio”
de las siete iglesias nos da a entender que su presencia estará con todos sus
siervos, sus ministros, sus seguidores y sus iglesias a lo largo de la
historia, como veremos en los siguientes temas (81-90), en los cuales
abarcaremos los capítulos de Apocalipsis 2 y 3, en detalle.
¡Las siete iglesias representan por sus características
especiales siete periodos de la iglesia cristiana, de la iglesia evangélica a
lo largo de su historia en siete periodos!
El saludo divino y celestial de gracia y paz
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz
a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus
que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito
de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.” Apocalipsis 1:4, 5.
El saludo divino a las siete iglesias viene de parte de Dios
Padre (“el que es y que era y que ha de venir”), del Espíritu Santo (“los siete
espíritus”) “y de Jesucristo”. Fíjese como los tres personajes que conforman la
divinidad están siendo mencionados por separado, para confirmar la divinidad en
tres personas individuales; verdad que hay que estudiar ampliamente en otro
tema.
El Espíritu Santo
¿Cómo sabemos que “los siete espíritus que
están delante” del trono de Dios Padreson efectivamente una representación del
Espíritu Santo?
En Apocalipsis 4 y 5 aprendemos en una grandiosa visión
acerca del trono divino y de la alabanza celestial, que “delante del trono
ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.”
Apocalipsis 4:5. Así que “los siete espíritus de Dios” son representados
mediante “siete lámparas de fuego” que ardían delante de su trono.
¡Lo que Dios nos quiere dar a entender es que el Espíritu
Santo está
presente en cada una de las siete Iglesias o épocas de la
Iglesia Cristiana!
Además aprendemos que “en medio del trono y de los cuatro
seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como
inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete
espíritus de Dios enviados por toda la tierra.” Apocalipsis 5:6.
Así que “los siete espíritus de Dios” son representados
también como los “siete cuernos, y siete ojos” del Cordero, es decir de Jesús,
“enviados por toda la tierra”.
Acerca de la venida del Espíritu Santo, que Cristo envió, y
su obra “por toda la tierra” nos aclaró Jesús lo siguiente: “Pero yo os digo la
verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” Juan 16:7, 8.
Recuerde que hace un momento vimos que “los siete espíritus
de Dios” son representados también como “siete lámparas de fuego”. La Palabra
de Dios nos enseña en diferentes lugares que el Espíritu Santo es representado
por el aceite, como una lámpara y como el fuego.
He aquí un pasaje del Antiguo Testamento que enseña que el
Espíritu Santo es representado con el aceite de dos olivos, que a su vez están
relacionado con los siete ojos del Señor, “que recorren toda la tierra.” Las
visiones del Apocalipsis 1, 4 y 5 hacen eco de esta realidad.
“Y junto a él dos olivos, el uno a
la derecha del depósito, y el otro a su izquierda. Proseguí y hablé, diciendo a
aquel ángel que hablaba conmigo: ¿Qué es esto, señor mío?… Entonces respondió y
me habló diciendo: Esta es palabra del Señor a Zorobabel, que dice: No con
ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor de los
ejércitos… Estos siete son los ojos del Señor, que recorren toda la tierra.”
Zacarías 4:3, 4, 6, 10.
¡El Espíritu Santo ve todo y sabe todo porque es
omnipresente y colabora como “los ojos del Señor” Jesús aquí en la Tierra!
Mediante el ministerio del Espíritu Santo, en colaboración
con el ministerio de los santos ángeles, Jesús está enterado siempre de todo lo
que ocurre en la Tierra. Es por eso que todo está relacionado con el número 7
como número sagrado y perfecto. El 7 representa la plenitud de las operaciones
del Espíritu Santo en los corazones y en las conciencias de todas las personas.
Es por eso que en Pentecostés, cuando el Espíritu
Santo fue derramado sobre los discípulos reunidos, apareció sobre cada uno de
ellos en forma de una lengua de fuego. Esto representaba que ahora estaban
llenos del Espíritu Santo. Vea Lucas 24:49; Hechos 1:4, 5, 8, 14; 2:1-4. Habían
llegado a ser verdaderos “templos del Espíritu Santo” que ahorra moraba en
ellos. 1 Cor. 6:19. Y de esta manera comenzaron a ser luces en este mundo y
pudieron ser testigos “hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8.
Simbólicamente sus lámparas estaban llenas de aceite. Mateo 25:1-13.
Cristo primogénito, soberano y amoroso salvador
Los deseos de “gracia y paz” continúan…
“… y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de
nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su
Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” Apocalipsis
1:5, 6.
Jesucristo quien envía saludos es presentado como “el
testigo fiel”, que siempre declara la verdad y testifica fielmente en el juicio
celestial. Vea también Apocalipsis 3:5, 14.
Ahora Jesús es llamado “primogénito
de los muertos”, algo que es muy significativa.
Pero esta expresión no se refiere que le haya sido el primer
resucitado, pues antes de él ya resucitaron varias personas.
En el Antiguo Testamento encontramos al hijo de la viuda de
Sarepta (1 Reyes 17:17-23), al hijo de la sunamita (2 Reyes 4:18-35), e incluso
a Moisés (Judas 9; Mateo 17:3). Y en el Nuevo Testamento encontramos a la hija
de Jairo (Marcos 5:21-43), al hijo de la viuda de Naím (Lucas 7:11-17), Lázaro
de Betania (Juan 11), al joven Eutico (Hechos 20:9, 10) y los muchos santos que
resucitaron cuando Cristo murió en la cruz (Mateo 27:52, 53).
¡Pero sin la resurrección de Jesucristo
NADIE hubiese resucitado jamás!
Es en ese sentido que Jesús, como figura principal, es el
“primogénito de entre los muertos” (Col. 1:18), expresión que tiene varios
paralelismos como por ejemplo “primicia de los que durmieron” (1 Cor. 15:20,
23), “primogénito en el mundo” (Hebreos 1:6), “primogénito entre muchos
hermanos” (Romanos 8:29)o “primogénito de toda creación” (Col. 1:15).
Jesús también es presentado como “… el soberano de los reyes
de la tierra…” En cierto sentido ya lo es ahora, como leemos en el libro de los
Efesios hablando acerca de Cristo que resucitó y se sentó a la diestra de su
Padre “en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y
señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también
en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies…” Efesios 1:20-22.
Es por eso que el Apocalipsis presenta a Cristo como “REY DE
REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.” Apocalipsis 19:16.
Jesucristo está situado muy por encima de los reyes de la
tierra y sus gobiernos, al estar sentado con su Padre en su trono divino y
celestial. Apocalipsis 3:21.
Pero todavía los reinos de la tierra están siendo
controlados por el gran usurpador, el diablo, a quien fueron entregados (Mateo
4:8, 9; Lucas 4:5-7), siendo “el príncipe de este mundo”. Juan 12:31; 14:30; 16:11;
2 Cor. 4:4. Recuerde que el diablo gobierna sobre la secuencia de imperios que
controla desde la antigua Babilonia literal hasta la simbólica Babilonia del
“tiempo del fin”, representado por metales, bestias salvajes y cuernos en
Daniel 2, 7, 8, 11 y en Apocalipsis 17.
A los vencedores, que guarden las obras de Cristo hasta el
fin, Jesús dará que se sienten con él en su trono, y les dará autoridad sobre
las naciones (en armonía con el diablo), y que finalmente serán quebrantadas en
el retorno de Cristo. Apocalipsis 3:21; 2:26, 27. Compare con Daniel 2.
El versículo continúa diciendo la maravillosa verdad que
Cristo “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. Su gran amor
mostró al morir como nuestro sustituto por nuestros pecados en la cruz. Juan
3:16. Y Jesús dice que “nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida
por sus amigos.” Juan 15:13.
¡Pero Jesús mostró un amor aún mucho más grande, pues no dio
su vida tan solo por sus amigos, sino inclusive por sus enemigos!
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Romanos 5:8. Lea también 1 Juan 3:1;
Isaías 38:17; Jeremía 31:34; Miqueas 7:18, 19.
El versículo 6 sigue diciendo que gracias a este amor tan
grande, expresado en el derramamiento de su santa sangre, en el Calvario,
Cristo “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre”, ¡refiriéndose
obviamente a aquellos seres humanos que le aceptaron como su Señor y Salvador!
Apocalipsis 5 presenta el cántico glorioso de estos hijos de
Dios diciendo que “cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has
redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho
para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”
Apocalipsis 5:9, 10.
San Pedro los describe de esta manera “Mas vosotros sois
linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable.” 1 Pedro 2:9.
El retorno visible de Cristo y la resurrección de los muertos
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los
que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él.
Sí, amén.” Apocalipsis 1:7.
¡El retorno de Jesucristo no será secreto, ni en silencio
y tampoco aparecerá en algún desierto o en una cámara
secreta!
Jesús mismo nos da la siguiente descripción reveladora
acerca de su retorno:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra
hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre… Entonces
aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas
las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de
trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo
del cielo hasta el otro.” Mateo 24:27, 30, 31.
El versículo revela que el retorno de Jesús
será rápido y visible como un “relámpago”. Además será un evento ruidoso
comparado con una “gran voz de trompeta”. Se dará la resurrección de los
muertos. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero.” 1 Tesalonicenses 4:16.
En su retorno de Jesucristo, todos los siervos de Dios de
todas las edades (resucitados y transformados) serán juntados de los cuatro
extremos de la tierra para ser “arrebatados” juntos al cielo. Vea 1
Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:22, 23, 51-55.
Al decir que también “los que le traspasaron” verán venir a
Cristo en las nubes del cielo,el versículo hace referencia a la “la
resurrección especial” mencionado en Daniel 12:2, y que ya estudiamos en el
tema 33 de este seminario. Aquí enfatiza a cierto grupo de impíos que
resucitarán un poco antes de la “resurrección general” en el retorno de Cristo.
Se trata especialmente del sumo sacerdote, de los principales sacerdotes y de
los escribas y ancianos que estaban reunidos para juzgar a Jesús, quien les
prometió diciendo “veréis al Hijo del Hombre… viniendo en las nubes del cielo.”
Mat. 26:64. Pero también se puede referir a los políticos (Poncio Pilato y
Herodes) y los soldados romanos “que le traspasaron”, siendo otros
participantes directos en la crucifixión del Señor Jesús
Jesús es principio y el fin, el primero y el último
Ahora Jesucristo habla personalmente diciendo “Yo soy el
Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha
de venir, el Todopoderoso.” Apocalipsis 1:8. El “Alfa” y la “Omega” son la
primera y la última letra del alfabeto griego y representan el inicio y el fin.
Esta verdad es tan importante que Jesucristo la repite tres veces en este
capítulo inicial de su revelación. En el versículo 11 dice nuevamente “Yo soy
el Alfa y la Omega, el primero y el último.” Y en el versículo 17 vuelve a
decir: “No temas; yo soy el primero y el último”. Estas importante palabras
podemos leer también en el último capítulo del Apocalipsis donde Jesús dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno
según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero
y el último.” Apocalipsis 22:12, 13.
¡Jesucristo es “el Alfa y la Omega, el principio
y el fin, el primero y el último”!
Dónde y en qué circunstancias fue escrito el libro del Apocalipsis
“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la
tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla
llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.”
Apocalipsis 1:9.
El anciano Juan estaba “en la isla llamada Patmos”
cuando recibió las visiones que le permitieron escribir el libro del
Apocalipsis. Se trata de una isla árida frente a la costa occidental de Asia
Menor. Es una isla pequeña de tan solo 16 kilómetros de largo y 10 kilómetros de
ancho.
Juan se encontraba preso en esa isla. Había sido desterrado
por el Imperio Romano a ese lugar austero y desolado “por causa de la palabra
de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Fue bajo el emperador romano Domiciano
en el año 94 d.C. que San Juan había sido condenado por el “crimen” de haber
testificado acerca de Jesucristo y predicado la palabra de Dios. En aquel
entonces, el monstruoso Imperio Romano ya estaba en plena vigencia. Aquella
potencia, bajo la cual Cristo había sido crucificado, y descrita en el libro de
Daniel como “la bestia terrible y espantosa” y más tarde en el Apocalipsis como
“el dragón” y que había sido denunciado personalmente por Jesucristo como “el
enemigo” del pueblo de Dios. Recuerde los temas 17, 18 y 41 de este seminario.
El tirano Domiciano había lanzado una feroz persecución
contra los cristianos. Es por eso Juan se presenta a sus hermanos espirituales
como “copartícipe vuestro en la tribulación”. Eran esas circunstancias de
tribulación (persecución) y sufrimiento en los cuales Dios lo inspiró para que
escribiese las profecías del Apocalipsis.
En esa isla, Juan estaba experimentando la verdad expresada
por su coparticipe en la tribulación, el apóstol Pablo, quien dijo que “es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.”
Hechos 14:22. Y “si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él
también nos negará.” 2 Timoteo 2:12.
La visión de Jesús fue recibida en el día del Señor
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de
mí una gran voz como de trompeta…” Apocalipsis 1:10.
En este primer capítulo introductorio al
Apocalipsis, Juan recibe su primera visión. Y fue una visión muy especial, pues
fue acerca de su gran amigo Jesucristo, del cual se había despedido como 60
años atrás, (tras su muerte, resurrección y ascensión), y al cual no había
visto desde entonces. Juan recibió esta visión glorioso no en cualquier día,
sino en el día de su Señor Jesús. Esta visión, que Juan recibió en un sábado,
en la isla de Patmos, fue más que solo simbología; fue un encuentro real con
Jesús. Luego la describió en su libro apocalíptico que escribió alrededor de
los años 95 y 96.
San Juan “estaba en el Espíritu”, es decir en la presencia
del Espíritu Santo, cuando oyó a sus espaldas la poderosa voz de su amado Señor
y Salvador, como “una gran voz como de trompeta”.
El día del Señor Jesús
Este es el único versículo en toda la Biblia que menciona la
expresión “el día del Señor”.
¿Cómo sabemos que “el día del Señor” es el sábado, séptimo y
último día de la Creación?
Porque es el día de descanso del Creador. Es SU día de
descanso tras haber creado este mundo en seis días, como nos enseña Su santa
Palabra:
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó
el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo
santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.”
Génesis 2:2, 3. ¡Por haber descansado en ese día especial lo bendijo y lo
santificó después!
La misma verdad, que el sábado es el día de reposo de
nuestro Dios, encontramos en el cuarto de los diez mandamientos, donde nuestro
Creador ordenó:
“Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días
trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es sábado para el Señor tu
Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni
tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar, y todas las
cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo
el día sábado y lo santificó.” Éxodo 20:8-11.
También en el libro del profeta Isaías Dios definió el
sábado claramente como SU día santo.
“Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi
día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso del Señor; y lo venerares, no
andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus
propias palabras, entonces te deleitarás en el Señor…” Isaías 58:13, 14.
¡El sábado es el día de descanso de nuestro Dios Creador!
¡Así que evidentemente el Señor Jesús tiene un día! El
evangelista Juan lo menciona en Apocalipsis 1:10 nombrándolo “el día del
Señor”. Pero también los otros tres evangelistas (Mateo, Marcos y Lucas) lo
mencionan y confirman con las propias palabras de Jesucristo que se trata del
santo sábado, séptimo y último día de la semana. Jesús mismo confirmó
personalmente que tiene un día y lo menciona con su nombre distintivo para que
nadie se confunda. Dice en Mateo 12:8:
“Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado.”
Marcos y Lucas también transmitieron las palabras de Cristo
de la siguiente manera en Marcos 2:28 y Lucas 6:5. “… el Hijo del Hombre es
Señor aun del día sábado.”
El difunto papa Juan Pablo II (que descanse en paz) escribió
en la introducción de su Carta Apostólica “Dies Domini” del año 1998, lo
siguiente “el día del Señor – como ha sido llamado el domingo desde los tiempos
apostólicos”. El problema con esa corta declaración es que contiene dos grandes
errores. ¡Pues “el día del Señor” nunca ha sido el domingo, ni ha sido llamado
así desde los tiempos apostólicos! ¿Cómo pudo equivocarse así? Solo hay dos
posibilidades. Una es que no conoció bien ni la historia ni las Sagradas
Escrituras, y la otra es que transmitió intencionalmente estos dos errores con
el propósito de apoyar el descanso dominical a toda costa. Sea cual fuere;
cualquiera de las dos posibilidades es muy grave.
¡Acabamos de comprobar mediante la palabra de Jesucristo
mismo, que SU día es el santo sábado, no el domingo, en el cual nuestro Creador
nunca descansó!
Y como veremos a continuación, el “domingo” tampoco fue
llamado “el día del Señor” en tiempos apostólicos. Note que el testimonio de
los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) es uniforme. Todos ellos
escribieron sus Evangelios décadas después de la ascensión de Jesucristo al
cielo. ¡Y ninguno de ellos llama al domingo “día del Señor” sino “primer día de
la semana”!
“Pasado el día sábado, al amanecer del primer día de la
semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.” Mateo
28:1.
“Cuando pasó el día sábado, María Magdalena, María la madre
de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de
mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol.”
Marcos 16:1, 2.
“El primer día de la semana, muy de mañana,
vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y
algunas otras mujeres con ellas.” Lucas 24:1.
“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana,
siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.” Juan
20:1.
¿Desde cuándo se le dice “domingo” al primer día de la
semana? Hay que analizar un poco de la historia. En el año 388 d.C., el
emperador católico Teodosio cambió el nombre latín “dies solis” (día del sol)
al nombre latín “dies dominicus” (día del Señor), para que el día del sol
romano no suene tan pagano, ya que el Imperio Romano había aceptado el
Cristianismo como su religión oficial. Recién varios siglos después, cuando se
originó el idioma español del latín, se comenzó a utilizar el nombre “domingo”
en vez de “dies dominicus” para referirse al primer día de la semana. ¡Esa es
la verdad del asunto!
Por lo tanto ¡”el día del Señor” bíblico NUNCA ha sido el
domingo y tampoco ha sido llamado así desde los tiempos apostólicos!
Otra prueba de esta verdad es la siguiente. Como 40 años
tras de la ascensión de Jesucristo, durante la huida de sus seguidores, por
causa de los ataques de los romanos contra Judea que culminó en la destrucción
de Jerusalén, “el día del Señor” sabático seguía en plena vigencia, como
expresan las palabras de Jesús:
“Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en
sábado”. Mateo 24:20.
Si el sábado ya no hubiera estado en vigencia, Cristo se
hubiese equivocado. Pero no fue así.
De paso sea dicho que también el profeta Daniel recibió su
visión acerca de Jesús en un santo sábado. Recuerde el tema 102 de este
seminario.
La gloriosa visión de Jesús
San Juan vio “en medio de los siete candeleros, a uno
semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y
ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos
como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies
semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como
estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca
salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece
en su fuerza.” Apocalipsis 1:13-16.
Juan tuvo que usar lenguaje
simbólico para describir aquello para lo que no existen palabras en el lenguaje
humano. Por ejemplo “una semejanza”, “que parecía”, “su rostro era como,” etc.
Recién cuando estemos en el cielo, “… le veremos tal como Él es.” 1 Juan 3:2.
El pecado ya no existirá, y seremos capaces de percibir a Dios en toda Su
gloria.
Este pasaje nos presenta una descripción majestuosa de
Jesucristo y nos da a entender bastante acerca de su carácter glorioso y
sublime. Su “ropa que llegaba hasta los pies”, y su pecho ceñido con “un cinto
de oro” lo presentan en sus vestimentas sacerdotales. “Su cabeza y sus cabellos
blancos como blanca lana, como nieve” representan su pureza, dignidad y
sabiduría. “Sus ojos como llama de fuego” ven todo y penetran profundamente en
el corazón del ser humano. Su “voz como estruendo de muchas aguas” hace alusión
a sus poderosas declaraciones. Es interesante conocer que su aspecto con el
cual se presenta a Juan es parecido al de su Padre celestial, registrado en
Daniel 7:9, 10, 13, 14. Como 700 años antes, Jesús ya había aparecido al
profeta Daniel en dos visiones muy parecidas registradas en Daniel 10:5, 6 y
12:6, 7 y que tuvieron su continuación directa en Apocalipsis 10:1-6. En estas
visiones Cristo apareció con casi todas estas mismas características como ya lo
analizamos en el tema 34 de este seminario.
La espada aguda de dos filos que salía de su boca
Pero en esta visión se añade la “espada aguda de dos filos”
que salía de la boca de Jesús.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante
que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón.” Hebreos 4:12.
espada aguda de dos filos“Y tomad… la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios”. Efesios
6:17.
¡Esta espada aguda de dos filos es la palabra de Dios!
El profeta Isaías del Antiguo Testamento ya peleó con esa
misma espada simbólica:
“Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra
de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba”. Isaías 49:2.
Y ahora Jesús es presentado con
“una espada aguda de dos filos” que salía “de su boca”. Ap. 1:16.En el segundo
capítulo del Apocalipsis la profecía utiliza la misma descripción dos veces,
diciendo “Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada
aguda de dos filos dice esto… Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti
pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. Apocalipsis 2:12, 16.
Así que de la boca del Señor Jesús sale “la palabra de
Dios”, que essu arma es espiritual. Al decir que sale de su boca, significa que
es proclamada por él, como también debe ser transmitida por las palabras que
nosotros pronunciamos con nuestras bocas. Para poder salir de su boca tiene que
estar primero en la mente y en el corazón. En contraste a esto, vemos que de la
boca de la triple alianza babilónica del “tiempo del fin” salen espíritus de
demonios. Ap. 16:13, 14.
Pues el mundo se encuentra en una lucha espiritual entre las
manifestaciones sobrenaturales del espiritismo y la clara palabra de Dios de
las Sagradas Escrituras. Efesios 6:11-18.
La gran Babilonia será destruida finalmente por Jesucristo
en su retorno.
“Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor
matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;
inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y
prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden,
por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.” 2 Tes. 2:8-10.
En una profecía antigua del profeta Isaías acerca del Mesías
nos revela esta misma verdad en otras palabras: “… herirá la tierra con la vara
de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío.” Isaías 11:4.
Al final del Apocalipsis retorna esta simbología una vez
más: “De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y
él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la
ira del Dios Todopoderoso”. Apocalipsis 19:15
La reacción de San Juan, frente a este impresionante
encuentro con su Señor Jesús, fue abrumadora. “Cuando le vi, caí como muerto a
sus pies.” Apocalipsis 1:17. La reacción del profeta Daniel había sido muy
parecida. Recuerde Daniel 10:5-11.
Y tal como en aquella ocasión en la cual Jesús fortaleció a
Daniel, ahora el Señor fortalece también a su siervo Juan. “Y él puso su
diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último…“
Apocalipsis 1:17.
¡No temáis!
Cada vez que Jesús apareció a sus
discípulos les quitó el miedo diciendo: “!Tened ánimo; yo soy, no temáis!”, “No
temáis”, “No os asustéis” o “Paz a vosotros” Mateo 14:27; 28:10; Marcos 16:6;
Lucas 24:36; Juan 20:19, 26.
Jesús dice a sus seguidores hasta el día de hoy: “La paz os
dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:27.
Jesús tiene la llave de la muerte y del sepulcro
Tras animar a su fiel amigo Juan, Jesús le dijo además que
es “… el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los
siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” Apocalipsis 1:18.
Vea también Ap. 2:8.
El “Hades” es la palabra griega del sepulcro
o de la tumba. Como todos sabemos, una llave sirve para abrir una puerta
cerrada. Para el ser humano, la muerte es como una puerta cerrada. Pero
Jesucristo tiene “las llaves de la muerte” y del sepulcro. Él tiene el poder de
resucitar a los muertos, como demostró cuando resucitó a su amigo Lázaro.
Recuerde Juan 11. El tema de la muerte y la resurrección en el retorno de
Cristo, es un tema principal de este capítulo introductorio del Apocalipsis
como ya vimos en el versículo 5.
La palabra de Dios nos revela que ¡la muerte será “el último
enemigo” en ser destruido en el futuro! Vea 1 Corintios 15:25, 26, 51-55. Así
que la misma muerte morirá finalmente y dejará de existir para siempre, como
nos enseña la revelación de Jesucristo más adelante en Apocalipsis 20:14 y
21:4. Es confortante y esperanzador saber que nuestro amigo Jesús tiene la
solución para el mayor problema de todos: que es la muerte.
“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya
no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os
he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer.” Juan 15:14, 15.
¡Un enemigo (la muerte) nos puede encerrar por un tiempo,
pero un amigo (Jesucristo) tiene la llave de esa tumba fría!
La orden de escribir el futuro
“Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que
han de ser después de estas.” Apocalipsis 1:19.
Con esta clara orden y la confianza en su Señor y Salvador
Jesucristo, el apóstol Juan comenzó a escribir las cosas que vio el libro del
Apocalipsis. Y nosotros podemos conocer las cosas “que son, y las que han de
ser después de estas”, si nos dedicamos al estudio de este libro revelador.
Hola me gustaría saber donde busco el tema 33 y sobre apocalipsis 1:7 y si pueden me notifican al correo osmanychavarria1994@gmail.com se los agradeceré
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